La historia de lo mío con este blog es desesperante. Siempre que me propongo publicar con asiduidad, pasa algo que me mantiene incomunicada durante mes y medio.
Aún así, no me rindo y aquí estoy para hablar sobre el sino de la profesora sustituta.
Como ya he comentado, en septiembre empecé como tutora en el aula de 3 años, 1º de Ed. Infantil. Podría invertir entradas y entradas en contaros lo que ha sido el primer trimestre de este curso académico, pero voy a resumir (que no son horas).
El primer mes todo eran llantos, yo afónica, agotada... Los niños se desesperaban, y yo me desesperaba más. Recuerdo una imagen del primer día: en el comedor, un niño soltaba un sollozo entre cucharada y cucharada, ¡¡con una pena!! ¡¡Qué lástima!! Pero seguía comiendo, resignado. Y lo normal era verlos por el patio, andando, con juguetes en la mano, pero sin jugar, sólo lloraban.
El segundo mes seguían habiendo llantos, pero ya llevábamos un mes de rodaje así que había que pelear por la normalidad. Comenzamos con el proyecto educativo, hicimos los equipos como Dios nos dio a entender (cuatro equipos) y entramos en faena. Yo seguía desesperándome y cantaba sin parar, contaba cuentos, empapelaba el pasillo y los ponía a pintar. Y al mismo tiempo iba aprendiendo tantas cosas de logística de aula, observando a las compañeras y siempre sintiendo que me quedaba atrás. También fue el mes de comenzar con las tutorías, a conocer a las familias, a los padres, a la situación concreta de cada niño... Tuvo su enjundia.
Con Noviembre llegó el amor. Los canijos ya estaban aclimatados al cole, mis adaptaciones "difíciles" ya casi casi lo tenían dominado, conseguí meterme a los padres en el bolsillo (y ellos me metieron en su bolsillo también, no lo puedo negar), cogí mucha confianza con ellos y una vez que tienes confianza les puedes decir casi cualquier cosa. Las tutorías salían como churros, los planes de acción de trabajo con cada niño también. Yo había entrado en dinámica y tuve la grandísima suerte de tener como compañera de la clase de al lado a una profesora excepcional que me ayudó y me enseñó muchísimo.
Pero llegó Diciembre, el contrato terminó, la profesora a la que sustituía se incorporó y me despedí de la clase, los niños, los padres y las compañeras. Fue duro, aunque no me puedo quejar porque continué en el cole, esta vez haciendo una sustitución en el aula de 4 años, de la que hablaré próximamente.
Me dejé la piel con esa clase, para qué negarlo. Era un torbellino de actividad, creatividad, imaginación, trabajo. Pero es mucho más lo que recibí, y que no suene a topicazo. Como pequeña, pequeñísima muestra de ello, os dejo unas imágenes del cuaderno de despedida que me hicieron padres y niños.
Carta de Nando (y papás), complicadito donde los haya, pero que me robó el corazón. |
Carta de Miguel Ángel y Nuria, los encantadores papás de Reyes, una de mis "adaptaciones difíciles" más difíciles. |
Carta de José María (y papás), el claro ejemplo de que todos necesitamos segundas oportunidades. Y terceras, y cuartas... |
Cómo no poner a Rafita, el bombón de 3 años para el que venir al colegio era un suplicio... Pero verle sonreír era el momentazo del día. |
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