domingo, 28 de octubre de 2012

Mini Campamento Fuente 2012


Aquí ando, entre fogones y con el MacBook corriendo un grave peligro (si me ve mi padre, me mata…), acordándome del Mini Campamento de este verano.
Quería hablaros un poco de esto.
En julio de este año fui coordinadora de monitores (y monitora a su vez) en el Mini Campamento de la Parroquia Ntra. Sra. Fuente del Fresno. Este campamento es una especie de colonias de verano, por lo que no nos vamos a acampar a la montaña ni nada por el estilo, y se lleva organizando en esta parroquia desde hace tres años. 
Este año tuvimos alrededor de 70 niños, organizados en tres grupos: Los rojos (niños de 2º Primaria a 4º Primaria), los verdes (niños de 3º de Infantil y de 1º de Primaria) y los azulitos (los míos, los más numerosos y los más divertidos: de 1º y 2º de Infantil).
El campamento duró todo el mes de julio, y cada semana tuvo una temática en torno a la cual giraban las actividades: Naturaleza, Civilizaciones, Solidaridad, Olimpiadas.
La jornada comenzaba a las 9:30h y terminaba a las 14:00h, y estaba organizada en "Buzon Time", "English Time", "Hora de Deporte", "Talleres de Manualidades", "Gymkanas" y "Guerra de Agua".
Fue una experiencia maravillosa, y como tal, nos llevó mucho mucho trabajo y sacrificio. Los niños se lo pasaron pipa, los monitores perdimos unos cuantos kilitos, y los padres estaban felices de la vida.
Como es domingo y no me quiero enrollar, os pongo el vídeo-resumen que la menda se marcó a toda velocidad al finalizar el campamento, con un pie en Madrid y otro en la playa.


sábado, 27 de octubre de 2012

Merece la pena




Hace tanto que no actualizo el blog que ya no me acuerdo ni cómo se hace, pero no me voy a entretener en dar explicaciones sobre ello.

La cosa es que estoy aquí de nuevo, y en esta entrada os voy a contar un poco mi vida.
Allá por abril andaba yo aceptando mi situación de “joven-24años-carreraterminada-sintrabajo-sinposibilidaddecambio” con toda la dignidad que me era posible, cuando me llamaron de un colegio para hacer una entrevista. Ésta estuvo bastante bien, y tras volteretas y carambolas, el 19 de mayo estaba empezando como tutora sustituta en el aula de 2 años. Fue durillo: los niños estaban desquiciados con el cambio de profesora, el calor, etc, etc... Y yo lo hice lo mejor que pude.
Después me renovaron para septiembre, esta vez cubriendo una baja para 1º de Ed. Infantil, y ahí empezó lo bueno. ¿Por qué? Pues porque tuve que hacer frente a la decoración del aula, a la reunión de padres, a la adaptación de treinta niños de 3 años, con sus treinta mochilas, treinta babis, treinta jerseys, treinta abrigos, y los treinta berridos, llantos y revolcones... Y si le añadimos un insomnio persistente por el sentimiento de responsabilidad excesiva, y lo aderezamos con una pérdida importante de voz, pues os podéis imaginar.
Al empezar octubre estaba yo toda indignada, bastante desilusionada, con un sentimiento de frustración importante, y si os llegáis a cruzar conmigo me habríais escuchado mascullar frases como “yo no valgo para esto”, “me han timado”, “esto no me lo contaron en la universidad”, “voy a ver qué me invento para dejar el trabajo mañana mismo y me apunto a un grado superior de secretariado o algo así”.
Y es cierto, el trabajo con niños es durísimo. Algo nos dijeron en la universidad, pero nadie me habló del pánico constante a que se te escape un niño, de las carreras cual jugador de rugby con una niña en brazos porque “¡profe, pipí!” en mitad de clase, del desequilibrio que te puede ocasionar un abrigo sin nombre, de lo paranoica que te puedes llegar a volver y que puedes pasarte el día entero contándolos y recontándolos.
Tampoco me hablaron de lo que más me preocupa ahora: la voz. Amigos, desde que he empezado a trabajar me asusto cada vez que me oigo hablar porque parezco una consumidora habitual de carajillos y vivo con la espada de Damocles encima en forma de nódulos laríngeos. En ese momento, me empezaron a llover los consejos: que si infusión de tomillo con miel, que si gárgaras de bicarbonato con limón, que si clara de huevo templada... Cada uno de me cuenta sus enjuagues, a cada cual me da más asquete, y en esas estoy.
Pero para terminar bien, deciros que nadie me habló tampoco de lo bonito que puede llegar a ser ver a un niño avanzar y llegar a clase con el paso firme de un rey, cargando con su mochilita de Pocoyó y una sonrisa como un sol “porque ya soy mayor”. Tampoco me hablaron de la ilusión que hace ver cómo lo que parecían garras se van convirtiendo en pinzas digitales tan precisas como para despegar un gomet sin que suponga un drama. El triunfo de abrocharse un botón. Lo estupendas que pueden ser las tutorías individuales con los padres, esos a los que nos venden como los eternos enemigos del profesor. Los besazos y achuchones que te plantan los canijos (con los que, todo hay que decirlo, te pegan virus, bacterias, piojos,  ¡pero qué mas da!) cuando te ven llegar después de tomarte tu descanso.
Ahora, dos meses después de duro trabajo puedo decir que no me timaron, es que sólo me contaron parte de la verdad.
Aún así, merece la pena.