domingo, 26 de mayo de 2013

De flores va la cosa

No sé si será porque la primavera ha llegado de verdad, por el día de la madre, por ser mayo...

Sea por lo que sea, mi clase se ha llenado de flores.












martes, 9 de abril de 2013

Cuando te equivocas de material

Uno de mis últimos grandes descubrimientos en el mundo de los cuentos bonicos es Helen Oxenbury. Alguien me regaló por Reyes uno de sus cuentos, y abrió la brecha. Ya haré una entrada haciendo un recopilatorio de sus cuentos, porque hoy me quiero centrar en uno en concreto: Los Tres Lobitos y el Cochino Feroz.
Cuando leí el título de este cuento me hizo mucha gracia, y me pareció, cuando menos, original. Vi que en Amazon.es no estaba muy caro, así que no dudé: me lo compré. El día que llegó y lo leí por primera vez... ¡¡qué subidón!!
Veréis, tengo en mi clase un serio conflicto con un alumno majísimo y súper trabajador que tenía un problema: en el recreo, pegaba mogollón. En serio, no dejaba títere con cabeza, su nombre era el más sonado de los recreos, todas las profesoras de Infantil le conocen. Los recreos eran una tortura para él, que claramente tiene una impulsividad muy alta y no disfruta nada de los juegos, y para el resto, por razones que saltan a la vista. Total, que yo llevaba dos meses abriéndome la cabeza sobre cómo ayudar a este pobre mío a superar esto, viendo con frustración y profunda pena que ni castigos, ni premios, ni regañinas, ni amenazas, ni explicaciones, ni nada funciona. 

Pero resulta que en este cuento, el Cochino Feroz es muy muy malo. Pero malo de verdad. No se anda con tonterías de soplidos para derribar la casa de los Tres Lobitos, no. Se lía a 
mazazos con la casa de madera, con un taladro gigante pulveriza la casa de cemento armado, y con un arsenal de dinamita vuela por los aires la casa blindada de acero. Desesperados los Lobitos, sin saber ya qué usar para construirse una nueva casa más dura y resistente que las que ya han construido y así estar seguros, descubren que se habían equivocado de material. Prueban a construir una casa de flores, enclenque, sencilla, pero encantadora: una casa en la que da gusto vivir. Al llegar el Cochino Feroz, queda prendado de la belleza de la casa, el olor de las flores enternecen su corazón y se da cuenta de lo mal que se ha portado. Se esfuerza por que los Lobitos le perdonen, y todo acaba bien.

Aprovechando un día que mi alumno en cuestión faltó, leí el cuento y hablé seriamente con mi clase sobre este asunto. Todos nos estábamos equivocando de material con él, y teníamos que ayudarle a salir del bucle de negatividad en el que estaba. Debíamos construir la casa de flores: le teníamos que dar muuuuuchas oportunidades, perdonarle cuando fallara y pegara, no provocarle, dejarle jugar con nosotros y nunca jamás volver a decir que no le dejábamos estar con nosotros porque era un pegón. Yo tenía que hablar y trabajar mucho con él para que aprendiera a controlar su impulsividad, que aprendiera a ser un poco más reflexivo, a saber expresarse mejor y no intentar solucionarlo todo a golpes, pero ellos debían ayudarme.


Y mira tu por dónde, que funcionó. A partir de este cuento con el que todos nos sentimos delatados, empezamos un plan de acción con este alumno, y a día de hoy es una gozada verle jugar en los patios, porque juega de verdad. A veces a peleas o luchas, a veces a ser el bueno, otras veces a ser el malo, pero en los recreos casi no escucho su nombre y él se encuentra bastante mejor, porque en la asamblea de ayer me lo dijo. Y yo, me le como a besos.
Uuuufff.... objetivo conseguido.



miércoles, 6 de marzo de 2013

La "m" con la "a"...

He estado preparando con mucha ilusión este post sobre lectoescritura.
Voy a relatar qué hago yo, día a día durante la semana, en mi empeño por enseñar a leer y escribir a mis canijos de 4 años.

En mi colegio utilizamos un método mixto, global-analítico-sintético (para los entendidos que les interese).

En tres años se les presenta a los niños las letras, empezando por las vocales, y se trabaja durante dos semanas cada letra. 
En cuatro años también se comienza por las vocales, y también se emplean dos semanas por letra, pero sólo durante el primer trimestre. Hacia el segundo trimestre aumentamos el ritmo y ya sólo trabajamos una letra por semana.
Yo les paso a los niños dos veces al día (mañana y tarde) unos bits del abecedario, de elaboración personal. Dichos bits tienen por una cara la minúscula y por la otra la mayúscula de cada letra. También utilizo distintos colores que les ayuda a reconocer cada letra gracias a la memoria fotográfica. Asimismo, cuando les enseño las letras, les digo el nombre de la letra y su sonido con cada una de las vocales. Ej: "Esta letra se llama be, y suena ba, be, bi, bo, bu". Y además, empleamos algo que me pareció muy bueno cuando lo vi por primera vez: apoyamos cada letra y su sonido con un gesto. Así, la "m" suena ma, me, mi, mo, mu y en cada uno de sus sonidos yo me paso la mano por la boca como si me limpiara con una servilleta, y coloco la boca para articular la a/e/i/o/u. Después de dos semanas pasando el abecedario, nombrando cada letra, reproduciendo sus sonidos y sus gestos, al enseñar cada bit se lanzan como locos a nombrarla y a decir cómo suena y cuál es su gesto. Esto ayuda mucho al hacer la lectura individual con cada niño, pues es común que cuando miran una letra, ya sea por inseguridad, porque no se la saben o no se acuerdan, no se lancen a leerla. Entonces, haces el gesto y les sale como un resorte. 
Estos gestos los propuso en el colegio una compañera de Infantil que tuvo que llevar a su hijo al logopeda, el cual los usaba. A ella le pareció una herramienta buenísima no sólo para ayudar en la articulación, sino en el apoyo en la lectura, y así es.
Después de pasar el abecedario, el lunes les anuncio cuál es la "letra invitada" que trabajaremos toda la semana. La cuelgo en una cuerda que tengo en la pizarra, y ahí se quedará los próximos cinco días.

A continuación paso los bits específicos de esa letra, que son veinte: diez imágenes y sus diez palabras, que empiezan por la letra invitada de la semana. Pasamos las imágenes, les enseño las palabras, y cuando va avanzando la semana, leemos las palabras, sílaba a sílaba, apoyándonos con los gestos. Después de pasarlos, les pregunto qué bit colgamos en la cuerda, y cada día eligen uno distinto. Cuelgo la palabra y su imagen. Después de esto les insto a que me digan palabras que empiecen por la letra invitada, y sale de todo: desde las palabras de los bits que acabo de pasar, palabras inventadas, nombres propios... Lo apuntamos en la pizarra, con un color especial para marcar la letra invitada. Y hasta aquí, las rutinas que hacemos todos los días, lunes a viernes. 
Respecto a las rutinas específicas de cada día:

Lunes
Después de hablar sobre la letra, sacar palabras que empiecen por ella y haberla visualizado bien, pasamos a ver el "caminito" de esa letra, que conlleva varias actividades. -- Hago la letra en la cuadrícula de la pizarra y tienen que salir uno a uno a borrarla. 
- Hacemos la letra en el aire. 
- En un folio sin cuadrícula, en grande, les hago la letra de tal manera que con el dedo puedan hacer el camino de la letra invitada. Uno a uno superviso que hagan el caminito, para pasar a hacerlo después con pintura de dedos. Lo colgamos en la cuerda de las obras de arte, y se queda ahí todo el día, por lo que el aula se va inundando de la letra invitada.
- También les dibujo con cera blanda sobre la mesa la letra a trabajar, en mayúscula y minúscula, y deben hacerla con plastilina.





Martes
Toca hacer las letras en las cuadrículas individuales. Hay dos tipos de cuadrículas, unas más largas y estrechas, y otra más cortas y anchas. 
- En las largas y estrechas, los niños deben escribir la letra invitada con rotulador varias veces, dejando un cuadrado intercalado. Les doy una toallita de bebé a cada uno para que puedan corregir si les sale mal. 
- En las cortas y anchas, yo escribo la letra invitada repetidas veces e intercaladas, con cera manley. Ellos deben hacerlas con plastilina, igual que el día anterior sobre la mesa, pero esta vez apoyándose en la acotación viso-espacial de la cuadrícula.




Miércoles y Jueves
El miércoles trabajamos la letra con el libro de grafomotricidad (en el que tienen que repasar la letra punteada y escribirla) y el libro de lectura (en el que tienen que rodear la letra cada vez que la reconozcan en un texto, unir con flechas imágenes con sus palabras...). 
También estos días hacemos juegos de lectura: tiro al suelo todos los bits (los de palabras y los de imágenes) y les digo que salgan uno a uno, que cojan una imagen y busquen entre las palabras la que le corresponde.
Asimismo, estos días también trabajamos por rincones con los puzzles de palabras: les doy un juego de bits de sílabas (la "j" con las cinco vocales, la "m" con las cinco vocales, etc.) y tienen que construir las palabras de los bits de esa semana, que les pongo delante como guía, palabras que se les ocurre, disparates... 

El viernes no hago ninguna actividad específica porque ya están cansados, pero las rutinas de las que hablé en principio se mantienen los cinco días.
Combino todas estas actividades con la lectura individual, casi casi diaria (no siempre me da tiempo a leer con todos los niños todos los días). Ahí veo cómo va cada niño, el grado de asimilación de la letra de la semana, y me adapto al nivel en que está, pues cada uno tiene su ritmo y su maduración. Anoto los avances o retrocesos en una hoja observacional que me sirve de guía para conocer el proceso de cada niño, que es tan importante como el resultado, o más.

De todas formas, no me las voy a dar de nada. No puedo negar que me estreso un montón, que siento tantas veces que no llego, que no me da tiempo, que no sé enseñarles. Aún así sigo cada día, erre que erre (y nunca mejor dicho), con cariño y queriendo planteárselo como algo bonito y divertido, motivándoles, pensando nuevas actividades, cómo complementar, viendo lo que funciona y lo que no, buscando cómo sacar a delante a los más lentos y cómo aprovechar el tirón de los más rápidos, intentando echarle creatividad y amor. Recalculando ruta una y otra vez. 
En junio os contaré si mis niños leen o no.

martes, 26 de febrero de 2013

Reflexiones de una enfurruñada

Que no, que no me ha dado otra pájara y me voy a tirar sin escribir tres meses: llevo una semana preparando una entrada chula que pronto espero publicar.
Mientras tanto, voy a hacer uso de mi cuaderno de bitácora.
Hoy ha sido un día de esos en los que te tirarías por la ventana o repartirías castigos a diestro y siniestro. Los niños vienen asalvajados del fin de semana, "relajaos relajaos" (como dice la profe del comedor).
Da igual lo que yo haya pensado, programado, lo que espere cada mañana cuando llego al colegio. Con 28 fieras de cuatro años no valen las planificaciones, ellos no entienden de proyectos.
Claro, ante esto yo tengo dos opciones: enfadarme como una mona (y no me las voy a dar de santa: lo hago mucho y bien), o respirar y pensar que en realidad son personas, y el trabajo con personas es imprevisible. Cuando se trabaja con cosas, con máquinas, todo tiene una secuencia, se puede esperar cierto orden, y aún así, en algún momento sucede el caos. Pero cuando se trabaja con personas, el riesgo aumenta, y se dispara cuando dichas personas tienen menos de seis años.
Entonces me enfurruño.
Pero pensando pensando, veo que en realidad no merece la pena el enfado. Veo cómo me miran, cómo me imitan. Veo que en el momento de ponerse los abrigos, Santiago se ha acercado a la pizarra y ha leído una de las palabras que había escritas. También veo que no pasa nada por calzarles una buena regañina. Es un equilibrio complicado, muy muy difícil de alcanzar, y voy a ser honesta, sólo lo consigo algunos días en los que se alían los astros. 
Pero no hay que perder la perspectiva: mi objetivo no es que se porten fe-no-me-nal, ni que lean, ni que sumen, ni que bailen. Mi objetivo es que sean personas (o personitas) felices, con vidas plenas. Dicha plenitud supone que adquieran todo lo anterior, y que además sepan comportarse en la sociedad en la que viven, establecer relaciones de manera saludable, sobreponerse, esforzarse, saber ver dónde está lo bueno, lo válido, lo esencial, lo verdadero.
Con estas cavilaciones, me voy a hacer un colacao calentito, que me lo he ganado y mis pobres cuerdas vocales me lo van a agradecer. ¡Feliz martes!

sábado, 16 de febrero de 2013

Belle & Boo

Llevaba tiempo queriendo empezar a hablar sobre "cuentos bonicos" de verdad.
Me pasa bastante que papás que quieren inculcar a los niños el hábito de la lectura se ven un poco saturados y perdidos a la hora de comprar cuentos infantiles. La calidad chino tiene más fuerza de la que pensamos, amigos, y más en lo relacionado con el mundo infantil: muy barato, rápido y fácil, pues "siempre que vas al chino encuentras algo para los niños". Pero hay que tener en cuenta que los niños son esponjas y con todo, absolutamente todo, estamos educando. Por tanto, con los cuentos, los mensajes de las historias, la calidad de las ilustraciones y nuestra relación con todo lo que compramos también educamos.
Por eso, yo defiendo a capa y espada exigir calidad en lo que se compra para los niños, sobre todo si tiene fines lúdicos y de ocio.
Desde aquí voy a hablar sobre cuentos preciosos que me voy encontrando en Internet (Amazon, mi gran amigo), en librerías especializadas, en mis viajes por el mundo... Tengo una colección pequeña que voy a compartir con todo el que le interese.
Hoy os presento a la ilustradora Mandy Sutcliffe, ilustradora y creadora de los personajes Belle & Boo, protagonistas de sus cuentos. Las ilustraciones de esta mujer son maravillosas: elaboradas, cuidadas, dulces, con un toque vintage encantador. Predominan los tonos pastel y las líneas suaves. Estas ilustraciones acompañan a las historias de los cuentos, que son tiernas, sencillas y muy naïf, resaltan el valor de la amistad. Al que quiera darse un paseíto por su página web no quedará defraudado: en ella encuentras los cuentos, láminas, accesorios para fiestas infantiles, los adorables recortables con los que de niña me entretenía durante horas, set de tacitas de té, y tantísimas cosas más... Mire donde mire, me lo quedaría todo.
Respecto a los cuentos, una pena, pero todavía no están traducidos a español. Yo tengo dos, los dos en inglés: Belle & Boo and the Birthday Surprise y Belle & Boo and the Goodnigth Kiss. El tercero, Belle & Boo and the Yummy Scrummy Day está en camino...
Me los llevé a clase y se los conté a los niños en castellano, se morían de la risa. Les encantó. Se los pasé a la teacher y se los leyó en inglés, y les gustó igualmente. Las compañeras se enamoraron de los cuentos según los vieron, algunas me decían que eran tan bonitos que daban ganas de arrancar las páginas, enmarcarlas y decorar el aula con ellas.
Comprobadlo por vosotros mismos:

Continuará...

martes, 12 de febrero de 2013

El sino de la profesora sustituta

La historia de lo mío con este blog es desesperante. Siempre que me propongo publicar con asiduidad, pasa algo que me mantiene incomunicada durante mes y medio.
Aún así, no me rindo y aquí estoy para hablar sobre el sino de la profesora sustituta.
Como ya he comentado, en septiembre empecé como tutora en el aula de 3 años, 1º de Ed. Infantil. Podría invertir entradas y entradas en contaros lo que ha sido el primer trimestre de este curso académico, pero voy a resumir (que no son horas).
El primer mes todo eran llantos, yo afónica, agotada... Los niños se desesperaban, y yo me desesperaba más. Recuerdo una imagen del primer día: en el comedor, un niño soltaba un sollozo entre cucharada y cucharada, ¡¡con una pena!! ¡¡Qué lástima!! Pero seguía comiendo, resignado. Y lo normal era verlos por el patio, andando, con juguetes en la mano, pero sin jugar, sólo lloraban. 
El segundo mes seguían habiendo llantos, pero ya llevábamos un mes de rodaje así que había que pelear por la normalidad. Comenzamos con el proyecto educativo, hicimos los equipos como Dios nos dio a entender (cuatro equipos) y entramos en faena. Yo seguía desesperándome y cantaba sin parar, contaba cuentos, empapelaba el pasillo y los ponía a pintar. Y al mismo tiempo iba aprendiendo tantas cosas de logística de aula, observando a las compañeras y siempre sintiendo que me quedaba atrás. También fue el mes de comenzar con las tutorías, a conocer a las familias, a los padres, a la situación concreta de cada niño... Tuvo su enjundia.
Con Noviembre llegó el amor. Los canijos ya estaban aclimatados al cole, mis adaptaciones "difíciles" ya casi casi lo tenían dominado, conseguí meterme a los padres en el bolsillo (y ellos me metieron en su bolsillo también, no lo puedo negar), cogí mucha confianza con ellos y una vez que tienes confianza les puedes decir casi cualquier cosa. Las tutorías salían como churros, los planes de acción de trabajo con cada niño también. Yo había entrado en dinámica y tuve la grandísima suerte de tener como compañera de la clase de al lado a una profesora excepcional que me ayudó y me enseñó muchísimo. 
Pero llegó Diciembre, el contrato terminó, la profesora a la que sustituía se incorporó y me despedí de la clase, los niños, los padres y las compañeras. Fue duro, aunque no me puedo quejar porque continué en el cole, esta vez haciendo una sustitución en el aula de 4 años, de la que hablaré próximamente. 

 Me dejé la piel con esa clase, para qué negarlo. Era un torbellino de actividad, creatividad, imaginación, trabajo. Pero es mucho más lo que recibí, y que no suene a topicazo. Como pequeña, pequeñísima muestra de ello, os dejo unas imágenes del cuaderno de despedida que me hicieron padres y niños.

Carta de Nando (y papás), complicadito donde los haya, pero que
me robó el corazón.

Carta de Miguel Ángel y Nuria, los encantadores papás de Reyes,
una de mis "adaptaciones difíciles" más difíciles.

Carta de José María (y papás), el claro ejemplo de que todos necesitamos
segundas oportunidades. Y terceras, y cuartas...

Cómo no poner a Rafita, el bombón de 3 años para el que venir al colegio
era un suplicio... Pero verle sonreír era el momentazo del día.
Y ahora, a por cuatro años.